Hoy nos hemos levantado tarde, desconcentradas, puro caos físico y mental y sabiendo de sobra que hoy no se entrena ni de coña. Ayer pasó lo mismo y eso suma papeletas para entrar en bucle de la inactividad que tanto daño nos hace en todos los sentidos.

Con el “por un día no pasa nada” o “mañana empiezo a tope” tendemos a creer que lo tenemos todo solucionado, pero no es así. Este es solo el mensaje que nos manda nuestro cerebro amenazado a punta de pistola por la pereza. Por suerte la pistola está descargada.

Hay días así, somos humanas. No tenemos que hacer un sobre esfuerzo por arreglarlo porque no hay nada que arreglar. Es normal no estar al 100% siempre.

No suele funcionar forzar, y también cabe la posibilidad de que el día siga torcido y más tarde tengamos que recurrir a nuestro manual para sobrellevar un día regulinchi. A veces no hay quien meta el día en vereda, pero está en nosotras intentar hacer todo lo posible por cambiar el curso de la mañana o de la tarde con tan solo dedicarnos 10 minutos de movimiento. Aunque sea en pijama aunque no sea un tipo de ejercicio muy intenso. Sin pensarlo mucho ni preparar – símplemente a por ello. ¡10 minutos pasan enseguida!

Yoga, caminata ligera en el barrio o como hoy en mi caso, hipopresivos reguleros. Lo que te salga de esa negocición rápida con la pereza.

Invirtiendo tan poco tiempo podemos ganar activación y ayuda para empezar un hábito o mantenerlo de forma básica y casi sin esfuerzo. Solo son 10 minutos que se van a desperdiciar de todas maneras mirando al horizonte o haciendo algo irrelevante estando en este plan.

Nos debemos a nosotras mismas nuestra ración de movimiento diario. Por corta que sea.